Afortunadamente, la inflación no puede continuar siempre y ello porque la gente eventualmente descubre que es un impuesto, una forma de imposición, cae en la cuenta de la continua reducción del poder de compra de dolares.
Al principio, cuando los precios suben, la gente dice: "bueno, esto es normal. El resultado de una emergencia. Pospondré mis compras y esperaré hasta que los precios vuelvan a bajar".
Esta es la común actitud durante la primera fase de una inflación. Esta idea modera la propia subida de precios y oculta la inflación.
Pero, conforme la inflación evoluciona, la gente empieza a darse cuenta de que los precios suben de forma perpetua como resultado de una inflación que también es perpetua.
Ahora la gente dirá: "compraré ahora aunque los precios sean altos, porque si espero, los precios subirán aún más".
El resultado ahora es que ahora la demanda de dinero cae y los precios suben proporcionalmente más que lo que aumenta el dinero disponible u oferta monetaria. Llegados a este punto, es frecuente que se pida al gobierno que alivie "la escasez de dinero" causada por la subida acelerada de los precios, y que infle todavía más deprisa.
Pronto el país alcanza el estado de hiperinflación, cuando la gente dice: "tengo que comprar cualquier cosa ahora, lo que sea para desembarazarme del dinero que se deprecia estando en mis manos". La oferta de dinero se dispara, la demanda cae en picado y los precios suben astronómicamente. La producción cae abruptamente conforme la gente dedica más y más tiempo a buscar formas de deshacerse de su dinero.
El sistema monetario ha sido efectivamente destruido y la economía acude a otros tipos de dinero.
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